El Beso

Autor: Gustavo Adolfo Bécquer
Fecha publicación: 27 de julio de 1863
Género: Narración / Leyenda
El Beso es un relato de Gustavo Adolfo Bécquer que mezcla lo fantástico con lo terrorífico. Una historia que encaja con otras leyendas pertenecientes al mismo libro, donde los muertos hacen pagar a los vivos por sus malas acciones.
Resumen y sinopsis
El Beso, de Gustavo Adolfo Bécquer se publicó el 27 de julio de 1863. Forma parte de su libro Leyendas, una recopilación de historias adaptadas. Entra en el género romántico, dentro de la corriente del posromanticismo y contiene relación con otras historias narradas en el mismo libro.
Se basa en un grupo de soldados que buscando refugio para descansar dan con una vieja iglesia. Ahí, el capitán queda encantado con una mujer que aparece por la noche que le acompaña hasta el alba. Tanto, que decide comentárselo a otro pelotón.
Esa misma noche, los soldados se reúnen para corroborar que el capitán no estaba loco. Debido a que la mujer se parecía a una estatua de mármol que yacía junto a una tumba. Los hombres beben juntos, ya borrachos deciden ir a ver la estatua.
Al lado de la tumba femenina se encuentra la de su marido y el capitán le irrespeta. La escupe con alcohol y dice que besará a su mujer. Sin embargo, cuando se dispone a hacerlo, cae al suelo ensangrentado. Los soldados afirman que la estatua del marido cobró vida para golpear al capitán por su falta de respeto.
Resumen de El Beso
Un grupo de soldados, camino a la guerra para conquistar Toledo buscan un refugio donde dormir. Tras mucho caminar, dan por fin con una iglesia abandonada, decidiendo quedarse ahí.
A la mañana siguiente, el capitán se pone en contacto con el pelotón que ya había llegado a Toledo. Entre los acontecimientos, le explica donde han pasado la noche. Además, le cuenta que se ha encontrado con una hermosa mujer con la que había compartido la velada.
Curiosamente, esa mujer se parece mucho a una estatua de mármol que hay en la iglesia. Los soldados escuchan lo que cuenta el capitán y no pueden evitar burlarse de él. Para defenderse, les invita a la iglesia abandonada donde podrán reunirse a beber un poco y él presentará a la misteriosa mujer.
Los soldados llegaron por la noche, estuvieron bebiendo hasta quedar completamente ebrios. El capitán los lleva a la parte trasera de la iglesia mostrándoles la estatua de la mujer. En la inscripción de la lápida decía que su nombre era Elvira. Seguido a su tumba, se encontraba la de su marido.
El capitán de tan ebrio como se encontraba, se para frente a la estatua del esposo de Elvira. Le escupe alcohol en la cara de la estatua y afirma estar enamorado de su mujer, incluso estar dispuesto a besarla.
Al acercarse e intentar hacerlo, de pronto el capitán cae al suelo con la cara golpeada y escupiendo sangre. Los soldados no podían creer lo visto. La estatua de su esposo había cobrado vida para golpear el rostro al capitán por haber intentado besarla.
Análisis de El Beso
Una historia que pone a prueba la cordura de su personaje principal. ¿Es la ebriedad, el sueño o el cansancio excusa suficiente para su enamoramiento? El autor propone que el encuentro con la Estatua de Elvira va más allá que cualquier sensación experimentada por el capitán en su vida.
Una leyenda que va de la mano con otras del autor, pero que funciona perfectamente como cuento individual. Maneja el terror romántico de forma impecable, generando un balance para el lector.
Frases de El Beso
“-¡Miradla!… ¡miradla!… ¿No veis esos cambiantes rojos de sus carnes mórbidas y transparentes?… ¿No parece que por debajo de esa ligera epidermis azulada y suave de alabastro circula un fluido de luz color de rosa?… ¿Queréis más vida?… ¿Queréis más realidad?”
“En el momento en que su camarada intentó acercar sus labios ardientes a los de doña Elvira, habían visto al inmóvil guerrero levantar la mano y derribarle con una espantosa bofetada de su guantelete de piedra.”
“Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mí con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve… nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol…”