El hombre que calculaba

Autor: Malba Tahan (Julio César de Mello y Souza)
Fecha publicación: 1938
Género: Novela / Libro de problemas y curiosidades matemáticas
Un hombre llamado Beremiz, quien tiene una gran destreza para las matemáticas, nos enseñará que ser meticuloso nos puede llevar a tener un futuro mejor.
Resumen y sinopsis
En el camino a Bagdad, un hombre tropieza con otro hombre que repetía un varias veces el mismo número, el hombre asombrado le pregunta por qué lo hace y este le contesta que es pastor de ovejas y esa es la manera de contarlas, así como de saber todo lo que hay a su alrededor.
El hombre, que se llama Beremiz, sabe que tiene el don de contar las cosas y de ser un gran calculador, pues considera que las matemáticas son la base de todas las ciencias.
El hombre que calculaba es un libro en el que en cada relato, el protagonista demuestra su dominio de los números y entrega al lector una serie de reflexiones que tienen como principio la ética y la justicia.
Sobre el autor
Malba Tahan, cuyo verdadero nombre era Julio César de Mello y Souza, fue un escritor y profesor de matemáticas brasileño nacido en la ciudad de Río de Janeiro, el 6 de mayo de 1895.
El profesor Mello escribió diferentes libros didácticos y de enseñanza de las matemáticas. Se destacó por establecer una nueva manera de enseñar matemáticas, así como por muchos años mantener oculta la identidad que había detrás de Malba Tahan, el autor árabe de El hombre que calculaba.
Algunas de sus obras son: Makyub, Matemática divertida y curiosa y Nuevas leyendas orientales.
Julio César Mello o Malba Tahan murió en la ciudad de Recife, Brasil, el 18 de junio de 1974, a los 79 años, mientras impartía un curso para maestros.
Resumen de El hombre que calculaba
El hombre que calculaba cuenta la historia de Beremiz, un genio de las matemáticas que a lo largo de su recorrido por la capital de Irak, Bagdad, debe enfrentar situaciones que son verdaderos desafíos pese a sus conocimientos matemáticos.
A través de la narración descubrimos que Beremiz es requerido para dar solución a diferentes problemas matemáticos. En todos tiene que poner a prueba su capacidad lógica, la matemática, por supuesto, y su don de persona. Resolver todos los problemas matemáticos que se le presentan le llevan a gozar de una gran reputación y también a recibir importantes recompensas, entre ellas la última, el amor.
A medida que Beremiz avanza por el desierto se encuentra con desconocidos a quienes ayuda gracias a las operaciones matemáticas y observaciones que hace.
Las habilidades matemáticas de Beremiz van impresionando a todos los que son testigos de tales hazañas. Es así como cada vez que daba solución a un problema, él recibía una recompensa.
Una de las aventuras de Beremiz se dio cuando este viajaba y se topó con un grupo de hombres que peleaban por una herencia. Ellos no se podían poner de acuerdo sobre la repartición de la herencia que su padre les había dejado, la cual consistía en 35 camellos repartidos entre tres personas. El cálculo parecía estar lejos de dar un resultado equitativo y fue ahí cuando Beremiz intervino y dio resultados satisfactorios a los tres hombres, que luego pudieron repartir los camellos a partes iguales y sin ningún problema.
Otra de las historias que se cuenta es el momento en el que nuestro protagonista encontró al hombre más adinerado de Bagdad en el desierto. Este se llamaba Salem Nasair y había sido víctima de un robo. Unos ladrones se habían llevado sus pertenencias y además habían matado a sus esclavos. En vista de la situación Beremiz decidió dar de comer al hombre.
Cuando llegaron a Bagdad, el hombre, en agradecimiento le pidió a otro, de nombre Ibrahim, que le pagara a Beremiz, pero el calculista encontró un error en la repartición del dinero y con una magistral operación matemática decidió resolver el problema y dejar impactados a todos.
Además, de esa misma manera logró dar solución al caso de un vendedor de joyas que debía recibir una comisión por unas ventas realizadas.
Pasado un tiempo, Beremiz vuelve a encontrarse con Salem Nasair y esta vez conversan sobre las diferentes formas geométricas que se pueden ver en las cosas.
En otra ocasión, Beremiz encontró a un grupo de hombres a quienes se les debía pagar para que pudieran salvar un hostal. Estos no pudieron recibir los bienes necesarios porque cuando se hicieron las operaciones correspondientes estas resultaron ilógicas. En vista de lo que estaba pasando Beremiz decidió intervenir y ayudar a resolver el problema. Una vez más dejó a todos los presentes impresionados con su agilidad para las matemáticas.
Es así como diferentes hazañas sirven para que Beremiz nos muestre que todo en la vida, sin importar lo difícil que parezca, tiene solución, lo único que debemos hacer es prestar atención a lo que tenemos frente a nuestros ojos, para poder dar solución a los problemas que se nos presenten de la manera correcta.
Además, nos invita a cambiar la forma en que vemos las cosas, pues es posible ir por la vida sin complicarnos y aceptando que los problemas en realidad traen consigo un gran aprendizaje. Beremiz utiliza todo su conocimiento para decirnos que estamos ante la posibilidad de dar solución exacta a cualquier problema.
El hombre que calculaba es, finalmente, una persona que solo busca regalar historias que permitan a las personas entender que solo encontrarán felicidad si entienden que la vida se trata de hallar un equilibrio sincero y justo.
Frases
Alabado sea Dios, que creó el amor, la mujer, y las matemáticas.
“Los números, con su simplicidad, deslumbran incluso a los más avisados. Las proporciones que nos parecen perfectas están a veces falseadas por el error. De la incertidumbre de los cálculos resulta el indiscutible prestigio de la Matemática”.
“La matemática enseña al hombre a ser sencillo y modesto”.
“Cuando no se tiene lo que ama, es preciso amar lo que se tiene”.
“Cierta vez volvía, al paso lento de mi camello, por el camino de Bagdad, de una excursión a la famosa ciudad de Samarra, en las márgenes del Tigris, cuando vi, sentado en una piedra, a un viajero modestamente vestido, que parecía reposar de las fatigas de algún viaje”.